Cuando empezamos a ensayar con Dana, sabíamos que nos estábamos metiendo en un gran problema. Era inevitable. Lo que nunca contamos.
A principios del año pasado, cuando el taller de actuación estaba iniciando sus clases, llegué apurado a la puerta del estudio buscando las llaves. De repente, alguien me grita desde atrás. ¿Vienen a robarme? No. Es Dana Do Santos.
Dana había comenzado a tomar clases de actuación recientemente. Me había escrito un tiempo atrás por Instagram porque le interesaban las prácticas fílmicas que realizamos regularmente en el taller.
Mientras yo recuperaba el aire y Dana se reía después de haberme asustado intencionalmente, el sobresalto hizo sonar las llaves que no lograba encontrar. Abrí la puerta.
A la semana siguiente, llego nuevamente a la puerta del estudio y alguien me grita desde atrás. ¿Vienen a robarme? No, es Dana. Otra vez. Al parecer, a Dana le gusta asustar a la gente. Me juré que no iba a volver a suceder.
Nueva semana. Llego a la puerta del estudio pero esta vez miro sigilosamente para ambos lados. No había nadie. Ahora me queda claro que a Dana no solo le gusta asustar a la gente sino que además tiene noción de estructura dramática. En otras palabras, de cómo no caer en lo predecible.
Durante las clases siguientes Dana estaba en alerta máxima y mantenía cierta distancia física. En los recreos se escabullía y caminaba cerca de las paredes para evitarme. Sabía que en algún momento, de un modo u otro, se la iba a devolver. Estábamos a punto de meternos en el gran problema.
Como a mí también no me gusta caer en lo predecible tenía que pensar en algo diferente. Algo que realmente le causara un impacto aterrador. Y la verdad es que salir desde algún lugar escondido y pretender asustarla con una máscara no era una opción. Vivimos una época en donde ponernos una máscara ya no asusta a nadie. Lo contrario tal vez sí.
Para ese entonces, ya habíamos tenido algunas conversaciones en donde coincidíamos en una misma mirada sobre diferentes temas. Entonces decidí darle un texto que le significara un gran desafío actoral y que, al mismo tiempo, la obligara a exponerse, conectando con su propio mundo interior. Algo que ella tenía muy desarrollado.
Desde que Dana entro por primera vez al taller, su energía me llevaba una y otra vez al personaje de una obra que había escrito hace unos atrás. Pero no a cualquier obra, sino a una de esas que, por algún motivo, se resisten en mí a morir con el tiempo.
Entonces le di para que leyera "Animal Luminoso”, una pieza que tiene como protagonista a una niña de diez años y cuyos temas centrales tienen que ver con la vida, la autenticidad y la muerte.
Pasaron unos días y Dana no me decía nada. Finalmente le pregunté si la había leído.
—No voy a hacer un infantil —me responde con desgano.
—¡Animal Luminoso no es un infantil! —le digo.
No solo no había logrado asustarla, cosa que a esta altura ya no era lo que me más me interesaba, sino que tampoco había logrado desafiarla. Indignado, le propuse vernos fuera del horario de clases para aclarar de qué se trataba la obra.
Finalmente estábamos ahí. Dana sentada en una de las butacas del estudio y yo en el escenario.
—Animal Luminoso es una obra de 24 minutos que exige darle vida a una niña con un mundo interior muy particular —empecé a explicar—. Es una historia que mezcla lo trágico, lo humorístico y lo tenebroso. La actriz debe manejar distintos géneros y técnicas actorales al mismo tiempo.
—Si bien el personaje que conduce la historia es una niña, por momentos hay intervenciones de otros personajes que también son interpretados por la misma actriz y hay que representarlos con su propia identidad. Todo eso usando del cuerpo de una manera muy precisa para poder crear la ilusión de la espacialidad ya que la escenografía es minimalista. Y si eso fuera poco, al tratarse de un unipersonal, prácticamente no hay margen de error para la actriz. Si la actuación se cae en algún momento, toda la obra se viene abajo.
Dana abre los ojos.
—Ok, entendí. —me dice.
—Hay algo más… —le digo—. El texto está escrito de tal manera que es muy fácil caer en el error empastarse con lo poético. Esto quiere decir que si no está muy claro lo que hace la actriz en cada momento y con cada uno de los parlamentos podría sonar a recitado y nuevamente todo se viene abajo.
Una semana después me llega un mensaje de Dana por Instagram. Era un video casero que había grabado en su habitación. Había memorizado el texto de la primera escena y estaba interpretando al personaje por primera vez.
La actriz para ese papel indudablemente era Dana.
Pero antes de meternos en el gran problema, yo tenía que resolver algunos temas pendientes si realmente íbamos a darle vida al animal. Todo parecía encajar perfectamente y sin embargo la decisión no estaba tomada hasta que ocurrió la señal.
Por esos días veníamos postergado una de esas salidas que solemos hacer con los grupos de actuación una vez que quedan más o menos constituidos para conocernos mejor. Así que nos encontramos para tomar algo y divertirnos hablando de cualquier cosa. Y nunca falta alguien que se pone a hablar de los signos del zodiaco, tema del que soy bastante escéptico y con el que empiezo a mirar a todo el mundo con mal humor y desconfianza. En medio de planetas y ascendentes, Dana me pregunta por la fecha de mi cumpleaños.
—El 30 de octubre—le digo, seco.
—¡Mentira!—Se ríe y se queda esperando otra respuesta.
—El 30 de octubre, Dana.—insisto.
—A ver… mostrarme tu documento.
Dana mira mi documento con desconfianza pero confirma lo que le dije. Entonces busca el suyo en su cartera y me lo muestra.
—Cumplimos el mismo día. — me dice, asustada, y me muestra su documento, tapando la foto con el dedo pulgar.
Finalmente le había devuelto el susto, involuntariamente. La señal había llegado.
Sin decirlo ya estábamos metidos en el gran problema: Animal Luminoso debía estrenarse.
Unos días después, me encuentro con Dana atrapado en el estudio por una intensa lluvia a punto de tomar la decisión final.
Una de las ideas que compartíamos con Dana desde el principio de nuestras conversaciones era que una obra es mucho más lo que sucede en el escenario. Es todo lo que la rodea. Para nosotros, una obra debe comenzar antes, incluso mucho antes de recibir al público. Desde el primer contacto que el público tiene al ver una publicación en las redes sociales. Para lo cual debíamos invertir el mismo tiempo de ensayos o más en la creación de piezas audiovisuales para difundir y en otras tantas cosas.
Por otro lado, la iluminación de la obra era fundamental. Cuidar cada detalle era crucial para lograr ese rasgo cinematográfico y en los tiempos precisos. Y la única manera de hacerlo era cambiando todo el sistema de luces de la sala y controlándolo desde una computadora con un programa especial.
Y lo más preocupante: ¿A quién le interesaría venir a ver una representación en vivo de una niña y su mundo imaginario cuando la tendencia generalizada del público hoy día es la encerrarse en casa para consumir contenido de manera compulsiva en las pantallas?
Con Dana observamos en silencio por la ventana del estudio cómo el cielo se está poniendo cada vez más negro y se está viniendo abajo. De pronto nos miramos. Un trueno sacude los vidrios de las ventanas. Y casi al mismo tiempo decimos:
—Ok, hagámoslo.
A partir de aquí comienza una furiosa etapa de ensayos que tal vez en otro momento narraré. Ahora lo importante es llegar al final, a los momentos previos del estreno que es cuando ocurre lo que nunca contamos.
Hemos ambientado el estudio con un estilo vintage para recibir al público. Queremos recibirlos con una copa de vino o de gin y que puedan interactuar entre ellos antes de la función. Además hemos cambiado por completo toda la instalación de luces e instalado un sistema para operar la puesta desde una computadora que nos había traído más de un problema. Elegimos para el estreno el 30 de marzo ya que ese número es significativo. Creamos un sistema de venta de entradas para que los espectadores puedan elegir su ubicación. Colocamos estratégicamente marcas fotoluminiscentes como guía para que pudiera moverse en la oscuridad. Y la cartelera finalmente está encendida.
Sí, los días previos a un estreno son parecidos a un parto.
Es en ese tramo final donde se toman las decisiones más importantes. Dana trabaja incansablemente en la precisión de los gestos. Cuando termino de ver el ensayo general, tengo anotadas unas treinta marcaciones, cosas muy especificas para corregir y ajustar a los largo de toda la obra. Se las leo una por una y le recomiendo que se tome quince minutos para repasarlas antes seguir con del ensayo.
—No, quiero hacerlo ahora.— me dice.
—Necesito que repases las marcaciones primero, sino no tiene sentido seguir ensayando.— insisto.
—Ya las tengo en mi cabeza.— me desafía.
—A ver… — Le digo
Y las hace una a una sin necesidad de repasarlas. Por eso Dana es Do Santos, la bestia actoral que sostiene el animal.
Para ese entonces se había sumado Mai al equipo, nuestra anfitriona, la encargada de recibir a todo el mundo con su nombre artístico Russian Marilyn pero a quien con Dana apodamos Heidi, algo que solo quienes han visto la obra podrán entender.
El dia del estreno había llegado. Habíamos cuidado todos y cada uno de los detalles, hasta el perfume especialmente seleccionado para rociar las butacas justo antes que el público se siente. ¿Qué podía salir mal?
Veinte minutos antes de comenzar la función, afuera de la sala se podía sentir la expectativa creciente del público, entre risas y murmullos, chocando las copas de vino y celebrando el inminente estreno.
¡Todo sistema de luces de la sala colapsa! ¿Quién querría ver algo llamado Animal Luminoso completamente a oscuras? Afuera la alegría. Adentro, estábamos punto de estrellarnos. Nuestros diálogos parecían propios de los registros que quedan guardados en las cajas negras de los aviones, aunque de esos pilotos que no pierden la calma.
Después de varios intentos sin obtener ningún resultado para recomponer el sistema que nos aseguraba la puesta de luces que habíamos diseñado durante tanto tiempo, le digo a Dana:
—El sistema de luces no responde. Vamos a tener que reducirlo a lo más básico: Encendido y apagado. Lo único que puedo garantizarte es que vas a tener luz en los momentos necesarios. Y vas a tener oscuridad en los momentos necesarios. — Y remarco — Nada, absolutamente nada es ahora más importante que tu actuación.
Dana respira hondo y me mira haciéndome entender que esta lista para comenzar con el parto.
Así fue el nacimiento. El público aplaudió en pleno vuelo.
Desde entonces nunca más tuvimos problema con la luz y cada sábado lo único que vuela es la adrenalina.
Pienso que el arte es como un llamado urgente para recordarnos que estamos vivos y que el tiempo no es para siempre. Nada mejor que lograr una conexión genuina para entablar relaciones significativas. Nadie quiere estar en el lugar equivocado con las personas equivocadas. Queremos todo lo contrario. Por eso hacemos Animal.
Un llamado urgente es como un grito. Hay quienes gritan en silencio, buscando las llaves que los conduzcan a la felicidad. Otros lo hacen a viva voz intentando sobrevivir en un mundo de adictos a lo irrelevante. A veces me pregunto: ¿Qué hubiera sido si aquel día Dana no me hubiera asustado con su grito?
¿Por qué entonces este sábado 10 de agosto cerramos este ciclo de funciones? La respuesta en el próxima publicación.
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